Siempre he creído que en el fondo de cada botella de cerveza vive una buena historia que merece la pena contar. Esto se debe a que mis conocimientos sobre la cerveza empezaron de forma mucho más práctica que técnica. Primero, durante mis estudios universitarios de Publicidad, cuando la cerveza era la olla burbujeante de ideas para anuncios y campañas. Luego aprendí a pilotar aviones como hobby y descubrí, entre vuelo y vuelo, que una tormenta en el aire significa un piloto en el pub. Más tarde, las cervezas amenizaron las buenas tardes y noches de trabajo en el programa de posgrado en Gestión de marketing y dio lugar a buenos debates en el mismo programa de Máster en Comunicación y Desarrollo.
Cuando asumí el reto de dirigir un blog colaborativo sobre la Escola Superior de Cerveja e Maltemi conocimiento de la cerveza se volvió de naturaleza técnica. Encontré en la unión entre marketing y cerveza una forma de dar rienda suelta (perdón por el juego de palabras) a las ideas, ya que una cerveza reúne todos los elementos necesarios para hacer una cerveza. marketing. Al igual que un maestro cervecero maneja cuatro ingredientes (agua, malta de cebada, lúpulo y levadura), los profesionales del marketing manejan cuatro elementos propuestos por Jerome McCarthy, denominados los "elementos". 4 Ps (producto, precio, plaza y promoción), para ejecutar sus acciones de marketing y fermentar las ventas de sus productos.
En una rápida adaptación a esta analogía, la cerveza y sus características conforman el producto; los costes, precio final y formas de pago conforman el precio; los canales de distribución representan la plaza y todas las acciones para comunicar la existencia de la cerveza a los consumidores conforman la promoción. Todo con el objetivo de que la venta sea prácticamente superflua, como bien escribió Peter DruckerEl producto se entiende tan bien que se adapta a las necesidades del cliente y se vende solo. En resumen eficacia del marketing y el vender una cerveza dependen de una serie de cuidados y atributos en los que no basta con ser bueno, hay que parecerlo.
Texto de: Luís Augusto Zillmer Cardoso